Tal vez no todos los lectores fierreros sepan
que el primer automóvil en superar la barra de los 100 kilómetros por
hora fue movido por un motor eléctrico. Así fue como La
Jamais Contente (La nunca satisfecha) logró el récord en
el año 1899. En esta nota podrán conocer parte de esa historia.
La nota viene a cuento por una vieja fotografía
que me encontré buscando material para publicar en esta sección, llamada “Auto Antiguo”. Fue así que me topé con
una imagen de una edición del Salón del Automóvil de París, en Francia. En
dicha ocasión se realizaba una muestra retrospectiva.
Lo cual demuestra que nada es tan novedoso como
parece, ya que en el año 1907 se estaban celebrando los primeros 10 años de la
muestra inicial de los salones del automóvil, en el Grand Palais, de París. En
esa imagen, entre otros “carruajes sin caballos”, como se los llamaba
originalmente a los automóviles, está La
Jamais Contente.
Un particular auto eléctrico con una forma de
cigarro enorme, o un tubo metálico con trompa y cola en forma de cono. Una
forma aerodinámica, y completamente fuera de lo común, para el final del siglo
XIX. Pero lo más llamativo fue que este particularismo auto eléctrico se alzó
con el récord en superar la barra de los 100 kilómetros por
hora.
Vale la pena viajar en el tiempo para saber lo
que se pensaba de superar esa velocidad. Para eso hay que ubicarse en espacio y
tiempo, antes de hacer cualquier comentario. Durante muchos siglos los
carruajes tirados por caballos tuvieron velocidades muy bajas, las que podían
permitir la cantidad de animales que arrastraban esos vehículos.
Incluso hasta los médicos auguraban problemas de
salud al superar esa velocidad tabú, por así llamarla. Desde que los ojos de
los pasajeros se solidificarían, hasta que el cuerpo humano no soportaría la velocidad. También
la religión tuvo algo para decir y predecir un rayo mortífero enviando por
Dios.
Como ven no era nada fácil estar en los zapatos
del piloto del vehículo que superara los 100 kilómetros por
hora. Todos estos argumentos, a más de un lector, les esbozarán una sonrisa.
Pero, insisto, hay que ubicarse a finales del siglo XIX en un país europeo.
Existía una rivalidad en las pistas, y por
lograr récords, de dos pilotos. Ellos eran el conde francés Gaston Chasseluop-Laubat y el belga Camilla Jenatzy.
Pero en el medio de ambos estaba otro francés, Charles Jeantaud, constructor de
autos eléctricos en su país natal.
Jeantaud participó con un auto eléctrico,
construido por él, en la carrera París-Burdeos -París en el año 1895, esta
fue la segunda carrera de autos del mundo. La primera se disputó uniendo las
ciudades francesas de París y Ruan (Rouen) en el año 1894. Pero Jeantaud no
llegó a tiempo en la construcción de su auto eléctrico.
Pero sí en la carrera del año siguiente donde
demostró la fiabilidad de un auto eléctrico, claro, si tenía baterías cargadas
cada 40 a
45 kilómetros .
La autonomía de su modelo era de 60 kilómetros . Los mecánicos en las estaciones
de recambio podían reemplazar las baterías en 10 minutos. Este sistema de
postas eléctricas se usó en algunas ciudades europeas para los taxis
eléctricos. Una especie de estación de servicio eléctrica, donde no se
recargaba la batería, sino que se la cambiaba por una con carga completa.
Jeantaud fabricó autos eléctricos para el conde Gaston Chasseloup-Laubat que corría carreras.
Justamente con uno de esos autos eléctricos logró el récord del kilómetro
lanzado al alcanzar los 63,158 kilómetros por hora. Eso fue en el año
1898. En ese mismo año el belga Camille Jenatzy ganó una carrera con un auto
eléctrico en el circuito de Chanteloup y fue una verdadera sorpresa.
Ya que Jenatzy se aventajó en 10 segundos a los autos con motores a nafta,
o de combustión interna. El belga construía sus propios autos eléctricos y a
partir de este momento se establece una rivalidad con el conde
Chasseloup-Laubat. Siempre realizaban ese duelo automovilístico, por lograr ser
nombrado el hombre más rápido del mundo, en el mismo lugar.
En algunas disputas ganaba el conde, que siempre
corría con autos de la
marca Jeantaud , otras veces ganada el piloto belga con autos
eléctricos construidos por él mismo. Así en esa disputa pasaron los 70 kilómetros por
hora y se acercaron a los 80
kilómetros por hora. Les recuerdo a los lectores que
estamos ubicados en la última década del siglo XIX y el auto movido por un
motor a nafta estaba en pleno desarrollo.
Buscando mejorar las prestaciones de los autos eléctricos que
fabricaba el francés Charles Jeantaud, para el conde Gaston
Chasseloup-Laubat, recubrió el vehículo con planchas de acero lisas y también
cubrió la parte inferior. La carrocería en su parte delantera era de forma
coniforme. La aerodinamia no era un tema abordado por la industria automotriz
europea en ese momento histórico.
El conde con ese auto eléctrico alcanzó los 93,724 kilómetros
por hora en marzo de 1899. Esto casi lo daba por ganador con la disputa que
mantenía con el belga Jenatzy. Pero el piloto envió un aviso, desde Bélgica,
que no se rendía y que tendría listo un auto eléctrico, con un nuevo
equipamiento, para batir el récord de velocidad del conde francés.
Así fue como construyó un auto eléctrico con dos
motores de la marca
Fulmen , ambos, ubicados en la parte trasera. De esta forma se
ahorraba pérdidas de energía en la transmisión, por diferencial y cadena de
transmisión a las ruedas traseras. Es decir que los dos motores estaban
ubicados en cada rueda trasera.
Esta innovación luego se vería en muchos autos
eléctricos de principios del siglo XX. Incluso en algunos camiones que tuvieron
un motor eléctrico en cada rueda, con lo cual era de doble tracción. También
esto fue usado en autos híbridos, pero en este caso los motores eléctricos se
montaban en las ruedas delanteras.
Lo novedoso en la carrocería de este auto
eléctrico del belga Camille Jenatzy era su forma alargada, que recordaba a un
cigarro. Tanto su parte delantera, como trasera, eran aguzadas y terminaban en
punta. El belga se sentía capaz de acertarse a la barrera tabú de los 100 kilómetros por
hora.
A Jenatzy lo apodaban el “Diablo Rojo”, por el color de su barba roja. El 1 de abril de 1899
se presentó con su modelo bautizado La
Jamais Contente en la pista de Achêres y salió disparado
como un cohete. Pero no lograron cronometrarlo y no se pudo establecer la
velocidad que alcanzó ese día. Regresó el 29 de abril para tratar de batir el
récord del conde Chasseloup-Laubat.
El conde, junto con el constructor Jeantaud, se
encontraban entre el público ese día. A los pocos minutos Camille Jenatzy logró
una velocidad de rayo. Rayo que no cayó del cielo cual castigo divino, tampoco
se le solidificaron los ojos, u otros líquidos corporales. Simplemente había
superado la barrera de los 100 kilómetros por hora. Nada volvería a ser
igual en los automóviles del futuro.
El belga Jenatzy logró una cifra récord con su La
Jamais Contente : 105,85 kilómetros
por hora. De esta forma un auto eléctrico era el más rápido del mundo al mando
de Camille Jenatzy. Se aceptó el rotundo éxito del belga y ambos rivales
cesaron en continuar con los récords de velocidad. Recién tres años más tarde
un auto con motor a vapor de la marca Sepollet batiría el récord del belga
Jenatzy. Pero un auto movido por un motor a nafta tardaría varios meses, más
tarde, en lograr superar este nuevo récord.
Los datos de esta historia los tomé del libro “Los
pioneros. 160
kilómetros por hora y 307 kilómetros de
autonomía (1870/1906)
escrito por Volver Christian Manz en el año 2017: https://archivodeautos.blogspot.com/2018/04/los-pioneros.html
La imagen del Salón de París, con la muestra
restropectiva, la tomé de la Enciclopedia Autorama publicada por la Editorial Codex en
el año 1968.
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Editor de Archivo de autos
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