A Don Pedro lo conocía desde siempre. Del
barrio y de pibe. Vi con mis propios ojos cuando trajo de la concesionaria al
504. Era una belleza y me enamoré desde ese primer momento que lo vi. Un día le
dije a Don Pedro: “cuando sea grande me voy a comprar un auto como el suyo”.
Don Pedro me sonrió. Nunca me imaginé la historia que vendría detrás.