La
mañana transcurría lenta, como aletargada, lo mismo que mi inspiración. Hacía
casi una hora que miraba la pantalla en blanco. Mi editor ya me había
despertado, muy temprano, para meterme presión por la escritura de ese relato
fierrero.
La
mañana transcurría lenta, como aletargada, lo mismo que mi inspiración. Hacía
casi una hora que miraba la pantalla en blanco. Mi editor ya me había
despertado, muy temprano, para meterme presión por la escritura de ese relato
fierrero.