Sabía desde principios del mes de noviembre que, el domingo 29, se realizaría la caravana por el Auto Presidencial Argentino en la ciudad de Luján, organizada por Autohistoria, Coche Argentino, Expo Auto Argentino, el Museo Udaondo y el Rambler Car Club con el auspicio de la Municipalidad de Luján. De hecho en la mañana de ayer nos enteramos que la caravana había sido declarada de interés municipal.
El Rambler Ambassador presidencial estacionado frente al Cabildo de Luján a la espera del inicio de la caravana. |
Pero vayamos por parte como decía aquel inglés, que se dedicaba a seccionar cuerpos. Mi viejo, José Lorenzo Uldane, quiso asistir a la caravana ni bien le dije que se haría. Además conozco personalmente a los organizadores de todo este sueño hecho realidad.
La mayoría de ellos son seguidores de Archivo de autos y eso ya es una unión por la pasión por los viejos autos que supimos conseguir. Así que en parte era como ir a visitar a amigos. Me puse en marcha para tratar de conseguir compañeros de ruta, que saldríamos desde San Miguel, donde vivo, hasta Luján.
Por esas cosas del destino no logré la menor convocatoria. Diferentes problemas personales o mecánicos impidieron que fueran de la partida. Aunque mi amigo Víctor Caputo me dijo que quería ir pero tenía un problema. Problema que sufrí en carne propia con el alquiler de mis buzones entelados. Con el corrimiento del feriado, por la segunda vuelta electoral, del lunes 23 de noviembre al viernes 27, un alquiler de autos, cosa que hace Víctor, le impedía estar presente en la caravana.
La banda de los Bomberos Voluntarios de Luján ejecutando el Himno Nacional y el perro que no le gustaba el sonido del saxo. |
Pero me aseguró que quería estar presente por la tarde para la charla y el fallido encuentro posterior a la caravana. Ya tocaremos ese tema más adelante. Ahora sigamos con el orden cronológico de lo que ocurrió en la mañana del domingo 29.
En soledad partimos con la Mercedes-Benz 170 rural de mi viejo, ya un clásico en los encuentros del conurbano bonaerense. Mi viejo al mando, mi madre y mi sobrino en la parte de atrás y yo de copiloto a la ida. El viaje a Luján sin problemas, todo salió en tiempo y forma. En, más o menos, una hora estábamos entrando a Luján por la Avenida Nuestra Señora de Luján.
Allí nos esperaba Gabriel del Rambler Car Club, otro conocido de encuentros. Nos dijo donde estacionarnos y así lo hicimos. Al ratito lo veo acercarse para decirme que Eduardo Nolazco, también del Rambler Car Club, quería que la Mercedes y Archivo de autos estuvieran en el Cabildo de Luján junto al Rambler Ambassador presidencial. Para allá fuimos.
El director del Museo Udaondo de Luján, Andrés Mage, hablando antes que se iniciara la caravana por el Auto Presidencial Argentino |
El gentío que se había congregado era inmenso. Fotos y más fotos a los pocos autos, por el espacio reducido, que esperaban que arrancara la caravana hasta la localidad de Jáuregui y el posterior retorno a Luján. Ya de la mano de mi sobrino de 6 años salimos disparados para la plaza, que está enfrente al Cabildo de Luján, ni bien escuchó los primeros acordes de la banda de música de los Bomberos Voluntarios de Luján.
Cuando la banda comenzó con los acordes de Aurora mi sobrino me dijo, “tío esa la tocan en mi escuela todos los días”. Por supuesto la cantó mientras tres policías de la provincia de Buenos Aires subían, en tres mástiles, las banderas argentina, de la provincia y la papal. Por un momento retorné a esas mañanas escolares donde yo también cantaba Aurora.
Luego vino el Himno Nacional Argentino que todos cantamos, pero que uno de esos perros vagabundos que suelen existir no le gustó el sonido de uno de los saxos y comenzó a ladrarle. Eso también era parte de postal de una mañana impecable de un celeste radiante y un calorcito acogedor.
La Mercedes a la espera del arranque de la caravana en el Cabildo de Luján. |
Vinieron las palabras de Eduardo Nolazco, Gustavo Feder, de Autohistoria, de Andrés Mage, director del Museo Udaondo y más menciones a la gente que había hecho posible que el Rambler Ambassador presidencial volviera a vivir. También se entregaron plaquetas agradeciendo la labor y el esfuerzo por todo lo hecho. Sin la colaboración de los integrantes del Museo Udaondo nada de esto hubiera sido posible. Empezando por su director Andrés Mage una persona sensata y conocedora de su trabajo, al menos eso fluye de sus palabras.
Todo estaba listo para dar inicio a la caravana y para ello fue convocado un vecino del Museo Udaondo que fue el que logró que el Rambler presidencial estuviera donde está. Emocionado dio el arranque de una caravana que será recordada por mucho tiempo en Luján y alrededores.
La salida me hizo acordar a la largada de los Grandes Premios del Turismo Carretera, donde una manga humana solo dejaba espacio para el paso de los autos lentamente. Todo tipo de artefacto electrónico servía para dejar testimonio de esa mañana dominguera en Luján. Desde filmadoras y cámaras fotográficas profesionales, hasta las caseras, pasando por smartphones, tablets y celulares con cámara. Todo servía para tener un recuerdo del paso de esos autos de todas las épocas y de diferentes orígenes.
La manga humana en el inicio de la caravana por el Auto Presidencial Argentino. |
Así lentamente nos pusimos en marcha hacia Jáuregui. Las muestras de afecto y alegría por el paso de los autos fueron constantes a lo largo de toda la caravana con picos altos. En especial cuando pasamos por Jáuregui, y en Villa Flandria, los vecinos se había subido al terraplén del tren para ver mejor el paso de los autos.
Por momentos la caravana superó el kilómetro de largo y se interrumpió varias veces por semáforos de cuatro tiempos. La cantidad de autos era impresionante algunos calculan que había más de doscientos. Y es posible por el largo que sumó la caravana.
Regresamos a Luján por el otro lado del cual habíamos partido y nuevamente estábamos al lado de la Basílica de Luján que fue testigo de la salida y la llegada. Aquí quiero detenerme y hacer una pequeña crítica: faltó un lugar adecuado para concentrar semejante cantidad de autos convocados por distintos medios.
Hubiera sido ideal contar con un lugar para poder dejar los autos hasta la tarde a la espera de las charlas que se darían en el Museo Udaondo. La mayoría de los autos se fueron porque el lugar no era el adecuado. Poca sombra y mucha tierra. Nosotros nos quedamos porque esperábamos a mi amigo Víctor que sabía de antemano que vendría a Luján, luego de hacer su trabajo.
La espera tuvo sus frutos y cuando llegó marchamos con mi sobrino a escuchar a los integrantes del Rambler Car Club, que nos contarían de sus trabajos de recuperación del Rambler Ambassador presidencial. Gracias a la gentileza de Eduardo Nolazco entramos al parque del Museo Udaondo, donde a la sombra reparadora de un gran árbol, como el Rambler Ambassador mismo, pudimos escuchar las charlas.
Así fue como Gustavo Feder abrió la charla y le siguieron Juan Estebo, Gustavo Russo y el mismo Nolazco todos integrantes del Rambler Car Club. Contaron los trabajos que se le hicieron al Ambassador para no solo ponerlo en valor, sino en marcha. Contaron de la generosidad de varios para donar los repuestos faltantes.
El interior trasero del Rambler Ambassador presidencial se nota el alargue de 30 centímetros de la carrocería. |
No solo lograron que luciera bien, por fuera y por dentro, sino que repararon el aire acondicionado, que sirvió para llevarlo fresquito al intendente de Luján en los veintitantos kilómetros recorridos. La otra reparación fue la sirena que alertaba a los vecinos de la presencia del auto presidencial, como en los viejos tiempos en actividad. Tanto la sirena como el aire acondicionado lo reparó José Luis Murgo de Coche Argentino.
También habló Andrés Mage, el director del Museo Udaondo, que contó cómo se trabajó para la recuperación del Rambler Ambassador presidencial. Se fotografió todo el proceso, el antes y el después, para dejarlo documentado y se guardaron las piezas reemplazadas. Se cambió lo que era necesario sin sacarlo de la originalidad. Es una pieza de museo y por eso todos estos cuidados.
En representación de los empleados del museo habló Malambo, así presentado y conocidos por todos. Sus palabras también estaban teñidas por algo de todos los que hablaron esa hermosa tarde de domingo: pasión por lo que hacen. Siempre digo que sin pasión las cosas no salen bien. Por eso es que todo salió no bien, sino excelente.
Lo otro que estuvo presente en todos los discursantes fue la emoción. Todos en algún momento se quebraron y tuvieron que contener las lágrimas. Eso se llama estar comprometido hasta la médula con lo que hacen y lo sienten. No tiene precio ese grado de compromiso, es poner el cuerpo en la tarea emprendida. Los felicito de todo corazón se lo merecen por hacerlo en forma desinteresada.
Otro de los charlistas fue Diego Abal, un jugador de varios puestos, colabora con Autohistoria y con Expo Auto Argentino y su tarea fue limpiar los interiores. Pero lo más interesante, y se porqué se los digo, es que Abal es un contador de historias destacable. Debería dedicarse a eso cuando deje de hacer su trabajo actual.
Gustavo Feder nos contó parte de la historia de los Rambler en Argentina de la mano de IKA (Industrias Kaiser Argentina SA) y de cómo esa empresa mixta logró fabricar, en el país, dos unidades de Rambler Ambassador para uso oficial del presidente de Argentina. Eso fue en el año 1968, pero como dice nuestro colaborador, Juan Carlos Garcia, esa es otra historia a contar…
Lo mejor de esa tarde fue que mi pequeño sobrino se portó de maravillas y se sentó al lado de Víctor, mi amigo, para escuchar las charlas. Por su parte Víctor me pidió que le sacara un montón de fotos en el Rambler presidencial, parecía un chico con juguete nuevo.
Si hablamos de chicos no quiero dejar de mencionar a Pilar, Joaquín y Franco, los hijos de los que estuvieron en todo el proceso de recuperación del Rambler Ambassador presidencial. Colaboraron en distintas tareas durante muchos de los viernes que fueron al Museo Udaondo, junto con sus padres. Creo que esos chicos no se olvidarán de esto y tendrán algo para contarles a sus propios, hijos, sobrinos o nietos.
Fue un día excepcional, por la caravana, por las charlas y por la pasión que esos hombres, apoyados por sus esposas, algunas presentes, lograron lo que solo era un sueño y al que convirtieron en realidad. Ahora la preocupación de Andrés Mage es que va a hacer los viernes venideros cuando no tenga la visita de estos entusiastas de los fierros viejos en su museo. Ya se le ocurrirá algo. Tiene todo el verano para pensarlo.
Mauricio Uldane
Editor de Archivo de autos
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