Les
contaré cinco historias breves ocurridas con autos en años pasados. Historias
que sucedieron en diferentes décadas de la historia automotriz de Argentina.
Algunas parecen sacadas de un libro de historia.
El poncho del taxista
Hubo
una época donde los automóviles tenían el puesto de conductor a la intemperie.
Esto fue tomado de los carruajes del siglo XIX. Así era como el chofer estaba a
la suerte de las condiciones climáticas reinantes.
Con
este tipo de carrocerías fue que se construyeron muchos modelos de autos que
eran destinados a servir de taxis en las ciudades. Buenos Aires tuvo calles sin
asfaltar y llegar desde el centro de la ciudad a un barrio como Belgrano podía
demandar varias horas.
Una
vez un taxista levantó una pasajera que le indicó que iría a Belgrano, desde el
Centro. Así fue como el taxista encaminó el auto hacia ese barrio periférico.
En el camino de tierra se le pinchó un neumático. Esto era muy habitual por los
malos caminos y porque la industria del caucho no estaba desarrollada en su
totalidad.
El
taxista se puso a cambiar su rueda pinchada y en el trajín sintió calor y se
sacó el poncho que le prestaba abrigo en ese invierno. Lo colgó de un alambrado
cercano y siguió con su tarea. Una vez
terminado el recambio del neumático prosiguió su marcha hacia Belgrano.
En
el camino recordó que había olvidado el poncho. El taxista pensó que tenía que
regresar por el mismo camino de tierra. “Cuando vuelva veré si lo encuentro
colgado” pensó el conductor mientras marcha hacia Belgrano.
Dejó
a la pasajera y regresó hacia el centro de la ciudad por ese mismo camino de
tierra que lo condujo a Belgrano. Al llegar al lugar de la pinchadura divisó el
poncho colgado en el mismo lugar donde lo había dejado.
Se
ve que mucha gente no circulaba en aquellos años lejanos por ese camino rural.
Una situación impensada para nuestro siglo XXI.
El viaje a Mar del Plata
Un
viejo chofer contó que solía llevar a sus patrones en los meses de verano a la
ciudad de Mar del Plata. Esto lo hacía antes que asfaltaran en su totalidad la Ruta 2, hoy convertida en
autovía.
El
viaje a Buenos Aires-Mar del Plata demoraba dos días en auto. Se hacía noche en
el pueblo de Dolores. Al otro día se retomaba la marcha hacia la Perla del Atlántico.
Dichos
canales no tenían puentes, solo algunos contaban con la posibilidad de
sortearlos cómodamente. La mayoría había que vadearlos. Algunos necesitaban de
la ayuda de baqueanos que los cruzaran de lado a lado a tiro de caballo.
La
cosa era llegar hasta el canal ensanchado por alguna lluvia fuerte y esperar
que el gaucho de turno nos ayudara a cruzar esa línea de agua, que nos impedía
seguir nuestro camino hacia Mar del Plata. La espera podía demandar horas.
Hoy
con la Autovía
2 podemos llegar a Mar del Plata en pocas horas y a una velocidad máxima de 130 kilómetros por
hora. Una diferencia que deberíamos tener en cuenta para apreciar el cambio de
los tiempos.
El 600 de González
Recuerdo
de chico a González que me aplicó varias inyecciones en la farmacia que trabajaba.
Ese enfermero, que luego tendría su propia farmacia, se compró un Fiat 600 D
cero kilómetro.
Yo
era chico pero recuerdo a mi padre comentar lo que le pasó a González en su 600
en un puente debajo de las vías del ferrocarril San Martín, allá por el barrio
porteño de Palermo.
Lo
que le pasó a González fue que el 600 se le partió y se quedó con los pies en
el suelo. La trompa se desprendió del resto del auto y se quedó literalmente en
el medio de la calle.
Por
supuesto que el diario dijo que por exceso de velocidad le ocurrió el
accidente, pero la realidad fue que el 600 se le partió. A González, por suerte
para él, le repusieron el auto con otro nuevo. Que no se le partió en dos.
La tuerca del Milqui
Mi
amigo Marcelo se compró a mediados de los ’80 un Dodge 1500, que estaba
bastante bueno. Hoy sería envidiado en la mayoría de los encuentros multimarcas
de autos.
En
ese tiempo trabajamos juntos en una dependencia de la administración del estado
nacional. Un día viene y me cuenta que la noche anterior pinchó un neumático y
se dispuso a cambiarlo.
Cuando
quiere aflojar las tuercas de la rueda delantera izquierda no puede. Intenta en
cada una de las tuercas y nada. No logra aflojar ninguna. Estaba solo en una
calle oscura de un barrio lejano. Se empezaba a preocupar, cuando un alma
caritativa, llamada taxista se le acerca y le pregunta que le pasa.
Le
cuenta que no puede aflojar las tuercas de la rueda pinchada. El taxista le
dice: “lo que pasa es que las estas ajustando”. “Pero si le estoy dando para el
sentido correcto” fue la respuesta de mi amigo. “No, son rosca izquierda” le contestó
el taxista que salió en su ayuda.
Mi
amigo no sabía que todos los modelos de Chrysler tenían rosca izquierda en sus
ruedas izquierdas. Esto lo hacía porque, según la empresa estadounidense, las
ruedas no se podían aflojar con el giro de las mismas.
Marcelo,
mi amigo, me preguntó si sabía esto, a lo que respondí que si. “Porque no me
avisaste” me inquirió. “Vos no me preguntaste” le respondí. Desde ese momento
aprendió que el Dodge 1500 tenía rosca izquierda en sus ruedas izquierdas.
Lluvia en la ruta
A
principio de los noventa, más precisamente en 1993 decidimos con mi familia
pasar la fiesta de Fin de Año en Banco Pelay en la provincia de Entre Ríos.
Hacia
allá fuimos a bordo de un Fiat 1500 modelo 1969. Recuerdo que esos tres días
llovió casi todo el tiempo. Además a los dos días de estar en Concepción del
Uruguay descubrimos que estábamos adelantados una hora con respecto a la hora
entrerriana. Por eso todo estaba cerrado adonde íbamos.
Llovió
en forma intermitente los tres días. El último día decidimos pasar por el
Parque Nacional El Palmar. Por aquel tiempo se había producido un incendio
forestal en las palmeras del parque. Recorrimos algo porque el tiempo seguía
lluvioso.
Al
regresar por la Ruta
14, que todavía no era autovía, comenzó a llover. Manejaba yo el Fiat 1500 y la
lluvia se intensificó. Aquel que manejó por una ruta de sierra o cuchilla sabe
como es la conducción en esa circunstancia.
Esa
ruta está invadida por camiones del Mercosur. Camiones brasileños, chilenos y
argentinos circulan por doquier. Con un largo de más de 17 metros y a veces
circulan en caravana. La lluvia iba en aumento. La ruta estaba limpia por los
baldazos de agua. Además cuando un camión nos enfrentaba lavaba el Fiat por
completo.
La
lluvia duró todo el viaje de regreso, con
períodos de una gran intensidad. Llegamos a San Miguel dejamos el auto y
descargamos el equipaje al otro día. Mi padre dijo “vamos a tener que lavar el
chasis del Fiat”. Cuando nos agachamos para ver como estaba de barro nos
llevamos una sorpresa.
Tanto
había llovido en el camino a casa que el auto parecía, de abajo, salido del
lavadero. Nunca ni un auto tan limpio por una lluvia en la ruta. La lluvia
torrencial nos ahorró un lavado.
Mauricio Uldane
geniales tus relatos! felicitaciones
ResponderBorrar¡Muchas gracias!
BorrarSos un lector incondicional de los relatos que he publicado en Archivo de autos.
Saludos.
Mauricio Uldane
Editor de Archivo de autos