domingo, 29 de noviembre de 2015

Diferente a los demás

Nací y al poco tiempo me modificaron o me modificaron cuando nací. Nunca supe cómo había sucedido, pero sucedió. Fui creado para cumplir una misión en mi vida y la realicé con orgullo y dando lo mejor que tenía para dar. Ahora el tiempo ha pasado y estoy jubilado. Al menos eso creía hasta hace un tiempo atrás. Pero hoy es un día muy especial en mi vida.



Quisieron, los que me construyeron, que fuera especial, distinto a los demás que por ahí andaban. Claro por la tarea que me iban a encomendar desde el principio. Creo que cumplí cabalmente con la tarea asignada. Al menos no he tenido críticas. Y si las hubo nunca me enteré.

Tuve que hacer cosas en mi vida que no me gustaron, pero a quien no le ha pasado en su trabajo. Siempre está el jefe que te hace hacer una tarea horrible con la amenaza del despido. Todos alguna vez pasamos por eso, pero bueno acá estamos con la vida encima de todos estos años transcurridos.

Lo cierto que llevé personas que no eran las mejores del planeta. Gente, por decirlo de alguna manera, que no merecían el cargo que ostentaban. Habían llegado a él por la fuerza y de una manera prepotente. Eso a veces no podemos evitarlo, aunque ahora las cosas han cambiado y mucho. No será tan fácil que suceda de nuevo. Si hay alguien que defiende sus derechos, los que mandan, a veces, tienen que recular.

Llegó un tiempo, breve, muy breve, que las cosas cambiaron y los mandamás no eran puesto a dedo o por pistolas. Pero duró poco, pero al menos las cosas cambiaron por un rato, aunque no fue el mejor. En esa época un chico me veía pasar desde lo alto de un edificio por la avenida que pasaba.

En realidad era una pantalla y la persona que tenía que llevar se iba por otro lado. Pero casi todas las tardes pasaba por la casa del chico que me veía de espaldas pasar hasta el destino que me llevaban. Pero ese chico me veía y sabía quién era y a dónde iba. Cosas de la vida. Parece que a ese chico le gustaba mi trabajo.

Vieron épocas muy oscuras, como el color de mi uniforme, pero yo seguí prestando servicio como todos los días. Para eso me habían hecho, para servir de la mejor forma posible. Claro que era de padres inmigrantes, pero yo nací en este suelo y trabajé en este país. De eso estoy muy orgulloso de haber servido a mi lugar, ese que nací, trabajé y ahora dicen que me jubilé. Eso está por verse.

Pero como decía mi abuelita “los males no duran cien años” y las cosas cambiaron para bien de todos. Claro que hubo pérdidas, y muchas, pero yo seguía al pie del cañón como esos chicos en el sur. Una batalla pérdida, pero la guerra continúa y todavía no está dicho el final.

El pueblo se alegró de verme en otro papel en las calles. Mucha algarabía, alegría por lo recuperado y esperanza en que las cosas habían cambiado para siempre. Hasta ahora eso parece. Aquellos tiempos oscuros no volvieron.

Vinieron otros, pero yo ya estaba olvidado en alguna parte a la espera de un rescate. Un nuevo trabajo o un nuevo lugar. Fue lo segundo. Como cuando uno envejece las nuevas generaciones lo reemplazan. Casi como un destino escrito a fuego en nuestras vidas. Pero lo más importante es que no se olviden de nosotros, los viejos que servimos durante tantos años.

Si bien se preocuparon por acicalarme algo, caí en el olvido y me relegaron a un lugar donde no pasaba casi nada. Eso que se llama museo. Muchas veces con más ganas que plata. Así pasaban mis días y el polvo se juntaba sobre mi uniforme negro, que ya había perdido el brillo de otras épocas pasadas.

Pero una visita hizo que las cosas cambiaran. Lo vi en sus caras cuando los conocí por primera vez. “Estos tipos me van a ayudar”, pensé para mis adentros. El paso del tiempo me había hecho perder partes de mi cuerpo. Nada grave que las manos ingeniosas y los corazones grandes no repararan. Así fue.

Esos muchachos, ya les tomé cariño, hicieron todo a su alcance para dejarme en las mejores condiciones. Fueron varias visitas y muchos en el equipo. Cuando se quiere se pueden hacer cosas, que a veces pensamos que son imposibles.

Lograron que caminara de nuevo, y como alguien que ha pasado mucho en cama, me sacaron despacio a dar una vuelta a la manzana. Ver de nuevo las calles fue el mejor regalo después de tantos años de ostracismo y abandono. Todo comenzaba a brillar de nuevo. Hasta el sol me parecía más grande.

Hoy será un gran día para mí. Van a venir muchos a dar una vuelta conmigo y hasta hablarán de mí. Eso me pone muy contento. Hasta me prometieron que me sacarán a dar otra vuelta por la ciudad. Eso no tiene precio, caminar por las calles es mi mayor anhelo.

Pero lo más grandioso de todo es que hoy voy a conocer al chico que me veía pasar por las tardes desde ese alto edificio. Hoy conoceré su cara, claro que ya no será un niño, pero no importa. Al fin pondré rostro a alguien que me veía cuando estaba trabajando como el auto del presidente de la nación. Eso, es más que suficiente para mí.

Mauricio Uldane

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