Una
vuelta a casa con accidente. Todo empezó con barro en la ruta en unas
vacaciones en Mar de Ajó. Allá por mediados de la década del 60. Una historia
vista con los ojos de un niño.
El Ford 1941 que nos llevó, a través del barro, a Mar de Ajó. La foto la tomó mi padre en enero de 1966. |
Nos
detuvimos en la estación de servicio El Centinela a cargar nafta. Última parada
obligada antes de bajar a la tierra y llegar a las playas de Mar de Ajó. Llovía
y mi padre le preguntó al playero que hacía.
“Siga
nomás, antes que el camión de la nafta le rompa la ruta con las duales” le
respondió el empleado de El Centinela, a mi viejo. Así fue como logramos
alcanzarlo en lo que hoy se denomina Ruta Interbalnearia, que antes estaba
ubicada muchos kilómetros más cerca de la entrada a General Lavalle.
El
camión de la Esso
iba tirando barro, para atrás, en la ruta. Tal como le había dicho el playero
de El Centinela a mi padre. La ruta quedaba poceada y se convertía en
intransitable, a veces, por dos días hasta que el personal de Vialidad
Provincial reparaba los daños. Pasar el camión cisterna, con acoplado, nos
llevó un buen rato y varios kilómetros.
El
Ford 1941 sedan 4 puertas, que nos llevaba a las vacaciones en la playa, era de
color crema. Color que desapareció bajo el barro de la ruta. Tal como atestigua
la foto, el Ford, parecía un auto de TC (Turismo Carretera) luego de una
carrera en el barro. Así embarrados hasta el techo llegamos a la Avenida del Libertador que
nos depositaba en el centro mismo de Mar de Ajó.
Avanzamos por la avenida ante la mirada de los transeúntes que gozaban de sus consabidas vacaciones playeras. El día era gris por lo poco que recuerdo. Tendría unos cinco o seis años por aquel entonces.
De
las vacaciones en Mar de Ajó poco recuerdo. No así del regreso por esa misma
ruta hacia San Miguel, cabecera de nuestro viaje. Luego, al finalizar las
vacaciones volveríamos al barrio porteño de Recoleta, donde nací y me crié.
El
regreso fue sin lluvia y sin barro, por suerte. No para nosotros sino para los
que sufrieron el accidente que ahora les voy a contar.
Aquella
vieja ruta interbalnearia de tierra, que en definitiva, era la continuación del
trazado de la vieja Ruta 11 de tierra y conchilla, terminaba en forma de “T”.
Eso sucedía cuando se entroncaba con el camino que seguía de largo hacia San
Clemente del Tuyú.
Viniendo
desde Mar de Ajó había que doblar hacia la izquierda, rumbo a Esquina de
Crotto, previo paso por El Centinela, parada obligada en el reabastecimiento de
combustible.
Mi
viejo bajó la velocidad porque vio venir del lado izquierdo, desde Esquina de
Crotto, un NSU Prinz rojo. El NSU venía rápido, muy rápido, como para seguir
hacia San Clemente del Tuyú. De pronto, ya en el cruce de la ruta
interbalnearia, dobla.
Como
consecuencia de la brusca maniobra comienza a volcarse. Dando varios tumbos,
ante la sorpresa de todos los que estábamos dentro del Ford 41, termina en la
zanja de nuestro lado. Por suerte la lluvia de quince días atrás había pasado y
la zanja estaba seca. Allí terminó su derrotero de tumbos el NSU quedando con
sus cuatro ruedas apuntando al inmenso cielo bonaerense.
Mi
padre, mi madre y mi tía abuela se bajaron del auto para ayudar a los
integrantes del NSU rojo. El cual seguía con su motor encendido pese al vuelco.
Mi padre logró detener el motor, previendo un incendio del auto. Ayudó a salir
a una muchacha, que conducía, y a un muchacho que iba de acompañante.
Ambos
atontados por el vuelco. Empezaron aparecer los curiosos a los cuales mi padre
despachó para que no molestaran. Cuando va a tratar de enderezar el NSU el
muchacho le grita hay otra persona en el auto. Era una chica que estaba en el
asiento trasero junto a una guitarra que se partió al medio.
El
saldo del vuelco fue el parabrisas desprendido de su lugar, pero intacto, algún
bollo menor, la guitarra rota y el atontamiento de los ocupantes del NSU rojo.
El atontamiento lo curó mi tía abuela con método eficaz y rendidor. Un par de
cachetazos, para que reaccionaran, seguidos de un buen vaso de agua fría.
También una aspirina fue parte del tratamiento de campaña.
Mientras
tanto yo, que era un niño, observaba la situación con verdadero asombro. Han
pasado casi 50 años y aún conservo algunas imágenes del suceso. Por eso es que
les puedo relatar el accidente.
Una
vez que se repusieron del susto, los ocupantes del NSU, siguieron viaje hacia
la costa. Adentro iban el parabrisas despedido, la guitarra rota y tres jóvenes
que no olvidarían el vuelco del NSU rojo. Jóvenes, que según los mayores de mi
familia, andaban escapados por algún motivo.
Era
viernes o sábado no lo recuerdo del todo. Es decir que era el comienzo del fin
de semana. Es posible que se hubieran pegado una escapada a la costa bonaerense
en aquel fin de semana de la década del 60. De eso se habló en el viaje de
regreso a casa. Un regreso con algo para contar.
Mauricio Uldane
Editor de Archivo de autos
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