domingo, 18 de septiembre de 2016

En viaje

El sacudón me despertó de mi sueño leve. Escuchaba voces y el traqueo del colectivo. Algo como un rumor de fondo, un tanto lejano. Lentamente abrí los ojos y percibí el espacio reducido del colectivo. ¿Por qué era tan chico el espacio? Eso me puso en alerta y me desperté de inmediato.



Ese colectivo además de ser chico en su interior era viejo. Muy viejo. Tanto que ni siquiera tenía puerta atrás. ¿Dónde estoy? Fue lo primero que asaltó mi mente. No recordaba haberme subido a ese colectivo. Ni siquiera era un feriado.

Lo cual podría explicar que fuera un recorrido turístico o algo parecido. Todavía mi cabeza estaba embotada con el sueño. Algún bache en la calle hizo que el sacudón de la carrocería me despertara. Lo hizo con un sonoro golpe de mi cabeza contra la ventanilla.

Mientras aclaraba un poco mis ideas comencé a ver el paisaje fuera de ese viejo bondi. Algo andaba mal. Todo lo que veía de la ciudad parecía viejo. Como de tiempos idos. Por un momento me asaltó la idea que estaba en plena década del cuarenta. A finales de esa década.

Al menos era por los autos estacionados que veía en el camino del colectivo. Busqué alguna respuesta en el interior de esa vieja unidad. Fue peor todos los pasajeros respondían, por su vestimenta, a ese paisaje de antaño.

Hasta mis ropas parecía de la época. Seguía tratando de aclarar mis ideas. Pero no encontraba la respuesta a lo que me sucedía. Despacio y más calmado buscaba un indicio de lo que me estaba sucediendo.

Mirar al conductor y su puesto de mando no mejoró en nada la situación. Nada de la máquina lectora de SUBE y menos una boletera de monedas, ya casi sin uso. En su lugar una boletera con boletos de papeles de todos los colores imaginables.

Además de la maquinita de monedas para el vuelto. Las conocía porque con los años vividos había viajado en los colectivos donde se compraba el boleto de viaje. Claro que no en una unidad tan antigua. Solo las había visto en fotos o en encuentros. Pero ahora estaba viajando en una de ellas. Estaba literalmente en viaje.

El tema era hacía dónde. “Próxima parada Retiro”, anunció de un grito el chofer del colectivo. Bueno al menos algo conocido pensé para mis adentros. Lo que no sabía era que ahí terminaba el recorrido de ese bondi. Estaba arriba de un viejo colectivo de la línea 45.

¡Cómo carajos había llegado ahí! No podía recordar nada. Menos que había viajado en el tiempo. Mientras pensaba cómo hacía para volver a mi casa. Perdón, como hacía para regresar a mi tiempo. Este claramente no era el mismo que vivía.

“Jefe, ya llegamos”, me dijo el chofer mirándome desde el espejo sobre su cabeza. ¿Qué le digo? Pensé mientras revolvía mis bolsillos en búsqueda de dinero para pagar el boleto de vuelta a casa. Para mi sorpresa tenía monedas que parecían de la época. Esto es un sueño pensé.

Pero todo parecía tan real que no podía creer que lo estuviera soñando. Hasta me pellizqué como en las películas. Y les juro que me dolió la marca que me dejé en el antebrazo izquierdo.

Me acerqué al chofer y el dije que quería regresar. Si podía hacerlo en este mismo colectivo. Me dijo que sí, pero me tenía que bajar en la parada. “Si el chancho lo ve arriba del bondi, me va a cagar a pedos”, me dijo en un tono porteño que hacía años no escuchaba.

“Espéreme en aquella parada”, me dijo señalado una de la vereda de enfrente. Justo donde termina el ferrocarril San Martín. Claro que no tenía ese nombre, pero conocía la vieja estación. Al menos un punto de referencia que no ha cambiado tanto.

A los quince minutos volvió el interno 19 de la línea 45. Le pedí un boleto hasta la Estación Lanús y le pagué. Hasta me dio vuelto y todo. Me dirigí al fondo del colectivo. Tenía un largo viaje para pensar qué hacer cuando llegara a Lanús.

Justo llegó un tren a la estación y el bondi casi se llenó de pasajeros. Mejor, pasaré desapercibido pensé y cerré los ojos para reflexionar un poco sobre la extraña situación que estaba viviendo. La charla de los pasajeros y el sonido de la ciudad fueron mi compañía por un tiempo.

Mientras mi cabeza buscaba una solución que no terminaba de encontrar. Todo era muy extraño. Mejor duermo algo hasta que lleguemos a Lanús. Tenía tanto sueño que no me vendría nada mal.

De todas formas el murmullo del viaje me seguía acompañando. Mezclado con el traqueteo del viejo Chevrolet que me estaba llevando a Lanús. Entre el sonido de los pasajeros, acompañado de algún motor de la calle, sumado a un bocinazo y demás ruidos callejeros comenzaron a convertirse en un susurro.

Ya los oía a lo lejos. Lentamente me volví a dormir. Espero no pasarme de la estación de Lanús. Fue lo último consciente que recordé. No sé cuanto tiempo pasó, pero nuevamente una voz narraba algo. ¿Y ahora qué? ¿Dónde carajos estoy?

La voz parecía de un locutor y tenía una música de fondo. ¿Qué raro? Si estoy dormido en el 45 camino a Lanús. Una luz fuerte me daba en los ojos y la música era más fuerte. Venía justo delante de mí. Abrí un ojo y la luz de la mañana casi primaveral me dio de lleno.

Abrí el otro ojo. Miré hacia donde venía la voz y la música. Comencé a entender todo lo que me había pasado en el viaje en el 45. Será la última vez que me duerma con el televisor encendido con ese DVD con el documental sobre colectivos porteños.

El reproductor estuvo toda la noche pasando ese video una y otra vez. Justamente hablado de la línea 45 y el interno que aparece en el documental en blanco y negro es el 19. Juro que es la última vez que me pasa. Además el antebrazo izquierdo me duele y tiene un hematoma.

Mauricio Uldane

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