En los años ochenta trabajé en una redacción donde
conocí a compañeros que realizaron un viaje de fin de semana a la ciudad de
Rosario en la provincia de Santa Fe. Hoy les doy a contar lo que les sucedió en
aquella oportunidad.
Ni bien terminé mis estudios de periodista conseguí
trabajo en una editorial que se dedicaba a publicar revistas dedicadas a las
microcomputadoras, que por aquellos años, de mitad de la década del ’80, estaba
totalmente de moda. De hecho aprendí a usar una computadora con una primitiva Czerweny
CZ 1500 que era la licencia nacional de
una Sinclair inglesa de 16 kbytes.
Como lector de la revista “K64” comencé a mandar
cartas, porque en aquellos años no había mail. El tema es que como les descubrí
errores en los programas en lenguaje BASIC que publicaban terminaron llamándome
para que fuera colaborador de la Editorial
Proedi , que era la que publicaba las revistas “Load
Sinclair”, “Load Drean Commodore”, “Load MSX” y la mencionada “K64”.
Así que de lector pasé a ser integrante de la
redacción de la revista que leía y para el año 1987 ya estaba cobrando mi
sueldo en blanco. Ahí es donde conocí a los protagonistas de la historia que
les voy a contar este domingo.
El secretario de redacción, Ariel, había entablado
una amistad con Eduardo y Andrea, ambos redactores de la editorial. Además eran
novios por aquellos años y en verdad de periodistas no tenían nada ya que eran
grandes conocedores de computadoras por haber realizado estudios de analistas
de sistemas.
En los comienzos en que las computadoras iniciaron
su ingreso en el mundo del trabajo los primeros en realizar notas y comentarios
eran técnicos y no periodistas. Todo era muy nuevo en esos primeros años de la
informática y un adolescente podía saber mucho más que sus mayores en cuanto al
uso de la computadora. Mucho más notable que en estos tiempos que corren.
Un fin de semana mis compañeros decidieron hacer un
viaje a la ciudad de Rosario en la provincia de Santa Fe. Ariel estaba casado
con Patricia que era oriunda de Rosario así que el viaje a la ciudad era para
visitar a parientes y amigos. Andrea y Eduardo se prendieron en el viaje, ya
que Andrea era la propietaria del Citroën 3 CV que los llevaría al destino
marcado para ese fin de semana.
El viaje nació por diferentes motivos, uno de ellos,
fue que ya estaba concluida la Autopista
Buenos Aires-Rosario. Por entonces una flamante vía de acceso
a la ciudad de la provincia de Santa Fe. Por eso la excusa era probar esa ruta
nuevita. Así que un sábado por la mañana, creo, partieron rumbo a Rosario, los
cuatro a bordo del 3 CV.
El viaje de ida hacia Rosario no mereció más que
elogios, aunque advirtieron que no eran muchas las estaciones de servicio que
había a la vera del camino. Algo que jugaría un papel protagonista en el
regreso a Buenos Aires. Pero para que adelantarse a los acontecimientos si
ahora disfrutaban del lisito pavimento en las suspensiones del 3 CV.
Ariel y Patricia visitaron parientes mientras que
Andrea y Eduardo recorrían Rosario con sus atractivos turísticos. Todo eran
rosas y alegría. Luego de la visita a los parientes había que regresar a casa
para el lunes ir a trabajar a la editorial. El domingo al caer la tarde
emprendieron el regreso. Lo hicieron temprano por el tránsito, no tan abundante
como es ahora en el siglo XXI, y por un amenazador frente de tormenta que se
perfilaba sobre el río Paraná.
“Te imaginas si se nos pincha una goma bajo la
lluvia”, mencionó al pasar Eduardo al arrancar el viaje de regreso a Buenos
Aires. Acababa de convocar a al diablo o las malas ondas o a la mala suerte o a
lo que quieran que se llame desgracia. Ni bien dejaron atrás el Parque de la Independencia y
tomaron la flamante autopista una lluvia torrencial se descargó sobre el frágil
3 CV. Ni los limpiaparabrisas lograban evacuar el agua que caía sobre el
pequeño parabrisas.
Pero como todos los fierreros de alma sabemos ese
no es un impedimento para el 3 CV siga un marcha sin fatiga alguna. Estos
nobles autos han salido de situaciones muchísimo más complicadas. Pero la
pinchadura de un neumático frena al mejor automóvil del mundo, a menos que se
quiera destruir la llanta involucrada. Y eso déjemelo para una competencia
deportiva, pero no para un auto de calle en un viaje de placer.
Aunque de placer nada tuvo el regreso a casa para
nuestros cuatro protagonistas. Tuvieron que mojarse para cambiar el neumático
pinchado, en especial Andrea que era la dueña del 3 CV y una gran conocedora
del auto. Tanto que lo repara ella misma. Algo no habitual en aquellos años y
tampoco tan frecuente en la actualidad. Cambiado el neumático la marcha se
reanudó. Nada raro, lo que sí un poco húmedo. Pero el camino a casa se
reemprendió.
La convocatoria a la desgracia estaba hecha y el
camino era largo y lleno de sorpresas. Como una nueva pinchadura en plena noche
de tormenta. Parecía que solo caía agua sobre la Autopista
Rosario-Buenos Aires. Como en algunos dibujos animados donde
la nueve persigue al protagonista, esta gran nube seguía el trayecto de nuestro
3 CV. ¿Se acuerdan de la falta de estaciones de servicio en la autopista que
notaron los pasajeros del 3 CV de ida a Rosario? Bueno ahora la padecieron
hasta caminar kilómetros bajo la lluvia hasta dar con una que reparara el
neumático para regresar a casa. Y digo neumático en singular porque le tocó a
Eduardo hacer el camino de ida y vuelta con la llanta del 3 CV. Dos neumáticos
no eran pesados de cargar en su viaje buscando la reparación necesaria, bajo la
lluviosa noche en la autopista.
Claro imagino que habrá caminado puteando la
mención a pinchar una goma en el inicio de un viaje de regreso a casa. Tal vez
aprendió la lección y no solo no lo dijo más sino que ni siquiera lo pensó al
iniciar un viaje en auto hacia cualquier lugar. De regreso al 3 CV a seguir
mojándose y colocar el neumático reparado y rogar que no se pinchara otro hasta
llegar a Buenos Aires a un lugar caliente y seco. Porque a esta altura el 3 CV
no era el lugar seco que uno hubiera deseado.
Cuando el lunes vi las caras de los cuatro pensé
que la habían pasado mal en el fin de semana. Y no me equivoqué. Pero lo que yo
creía que era por falta de sueño por haber regresado tarde desde Rosario en
realidad era el agotador viaje hasta altas horas de la noche del domingo, ya
entrada la madrugada del lunes. Porque salieron, de Rosario, como a las 6 de la
tarde y llegaron a Buenos Aires, como a las 2 de la madrugada del lunes. A las
9 de la mañana entrábamos a la redacción de “K64”. Con lo cual no pudieron
dormir casi nada. Pero ese viaje a Rosario no l0 olvidarían por años. Tanto que
yo que no fui protagonista lo recuerdo a casi 30 años de sucedido.
La moraleja de este relato es: “no digas nada
negativo que pueda afectar tu viaje en automóvil. Ni siquiera lo pienses, a
menos que quieras que se vuelva realidad”.
Mauricio Uldane
Editor de Archivo de autos
Archivo de autos es armado en un
ciber por falta de recursos económicos, no por una política editorial.
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