sábado, 22 de febrero de 2014

¡Qué despelote!

Es el mejor título para una nueva ilustración de la serie vienesa del año 1904, que venimos conociendo, sábado a sábado. Esta vez el lío armado parece ser mayúsculo. Sino que lo diga la imagen y el alboroto que armó el viejo automóvil.

 
Una nueva ilustración humorística vienesa de 1904.

Espantaron al caballo del carruaje, arrojaron al suelo a un señor obeso, porqué siempre hay un señor obeso, consiguieron que los perros le ladren a más no poder, pero los dos hombres del automóvil prosiguen su marcha. Aunque el copiloto se da vuelta para ver el desastre que dejaron a su paso por el lugar.

La escena que parece divertida y lejana para nosotros que vivimos en el siglo XXI y el auto es parte de nuestras vidas, no lo era a principios del siglo XX. Todo lo contrario. Más de un automovilista se vio agredido por piedras e insultos a su paso por diferentes ciudades o poblados. Recordemos que esos viejos autos no eran todo lo silencioso que puede serlo en la actualidad.

Los ruidos que emanaban de ellos podían espantar a los animales a su paso. Ni hablar de tocar la bocina de pera de goma. El estampido de humanos y animales podía ser enorme. La velocidad que desarrollaban podía trastornar el paisaje tranquilo y bucólico de aquellos años.

El automóvil produjo una revolución en las costumbres de una sociedad acostumbrada a vivir los cambios como mucha lentitud. El caballo fue el “motor” del transporte de carga y pasajeros por siglos. El auto en menos de dos décadas cambió totalmente ese panorama. Llegó a motorizar la primera guerra mecanizada de la historia de la humanidad, la Primera Guerra Mundial. Nada sería igual después de aparecido el automóvil en nuestras vidas. Hasta las ciudades se han tenido que adaptar a ese nuevo huésped que nos “regaló” la tecnología fruto del ingenio del hombre.

La ilustración fue publicada en la Enciclopedia Autorama en el fascículo 44 del 20 de septiembre de 1968.

Mauricio Uldane
Editor de Archivo de autos



Archivo de autos es armado en un ciber por falta de recursos económicos, no por una política editorial.

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