La esposa de Karl
Benz, Bertha Ringer, es sin
dudas la madrina de la industria
automotriz mundial. Tal vez sin su participación, en una anécdota, el
automóvil hubiera tardado muchos años en desarrollarse o nunca hubiera
prosperado. Sin bien hubo muchos protagonistas al unísono a finales del siglo
XIX.
Una reproducción de Bertha Ringer con el triciclo de Karl Benz. |
Bertha Ringer
en agosto de 1888 tomó una decisión
que cambió el rumbo de los desarrollos mecánicos de Karl Benz. Se le ocurrió que podía realizar un viaje desde la localidad de Mannheim,
donde vivía la familia, hasta la localidad de Pforzheim. Nada menos que 120
kilómetros a recorrer.
Esa cifra no nos parece nada, pero pongámonos en
situación de espacio-tiempo. Estamos al final de la década del ’80 en la última
parte del siglo XIX y los caballos
siguen siendo el principal “motor” de los transportes existentes. Cosa que
venía pasando en el mundo desde siglos atrás. Los caminos eran para esos
vehículos tirados por caballos y más de una vez en pésima condiciones luego de
una lluvia, por ejemplo.
El asfalto que recubre nuestras rutas o autovías o
autopistas del siglo XXI todavía no se aplicaba. Existían caminos pavimentados
o adoquinados, pero dentro de los cascos urbanos o a lo sumo uniendo dos
ciudades muy cercanas. El resto de los caminos era de tierra o piedra.
Con este panorama vial es que Bertha decide un día de agosto
de 1888 en iniciar un viaje, entre las localidades alemanas mencionadas,
con el fin de visitar a la abuela materna. Para eso utilizará el triciclo que
su marido Karl había construido dos
años antes y patentara un 29 de enero de
1886. El famoso triciclo de Benz que es considerado el primer automóvil de
la historia con un motor a explosión interna.
En busca de arribar a Pforzheim, Bertha se
llevó a sus dos hijos Eugenio y Ricardo, que tenían, respectivamente 15 y 13 años de edad. Todo esto sin el consentimiento del padre Karl y
además sin saber del viaje de 120 kilómetros . Se enteraría del mismo una vez
que los viajeros arribaron a la localidad de destino.
Bertha tomó esta decisión ante el desánimo de Karl
Benz ante los problemas que le habían aparejado los tres automóviles que había
fabricado desde 1886. El tercer ejemplar lo archivó en un galpón de su
propiedad. Pensemos que estos primeros “carruajes sin caballos” era
experimentales y con multiplicidad de fallas o muy complejos en el
mantenimiento o la puesta en marcha. No todo era subirse y dar vuelta una llave
en el tablero.
Eugenio fue el encargado de la conducción del
triciclo de Benz. Sabemos que las mujeres estaban relegadas a segundos planos
en aquellos años. Pero detrás de ese primer plano logró lo que su marido no
había terminado de hacer: el primer viaje largo de un automóvil. Y era una
mujer.
El viaje arrancó por la mañana el camino elegido
tenía la ventaja de ser llano y no ofrecer muchos desniveles. Tengamos en
cuenta que estamos hablando de un automóvil que tenía dos tercios de HP con 250
revoluciones por minuto y su peso rondaba los 96
kilogramos .
Pero todo comenzó a salir bien el auto de Benz
funcionó a la perfección ante el asombro de las personas que veían su paso por
el camino hacia Pforzheim. Al llegar
a Wiesloch el camino comenzaba a
subir levemente, pero era suficiente para complicar la escasa potencia del
triciclo de Benz. Además recordemos que la tracción trasera era trasmitida
desde el pequeño motor por cadenas laterales.
La industria del acero no había logrado
desarrollarse a pleno para ofrecer cadenas que resistiera la potencia, aunque
escasa, del motor. Los vehículos que podían usar cadenas similares eran las
bicicletas y su potencia no era comparable.
La anécdota afirma que Bertha se bajó en más de una oportunidad para empujar el triciclo
de su marido en alguna trepada. Esto no lo podemos comprobar, pero es muy
factible daba la fragilidad del vehículo y su escasa potencia de empuje. Sin ir
más lejos los frenos humearían tanto que más de un transeúnte se habrá
espantado ante la presencia de este endiablado vehículo sin caballo.
Los frenos eran de cuero lo que no pinta el cuadro
de la eficacia y la duración de los mismos. Aseguran que algunos zapateros de
los pueblos del camino realizaron protecciones de cuero para que el triciclo
siguiera su paso hacia Pforzheim. Otra ayuda la tuvieron en Wiesloch donde un farmacéutico les
acercó tres litros de combustible.
Suena raro pero las primeras estaciones de servicio
de la historia fueron las farmacias donde se vendía bencina, que era el
combustible de la mayoría de estos primeros motores que se fabricaron. Esa era
otra de las grandes trabas de emprender un largo viaje: el reaprovisionamiento
de combustible. Amén de las roturas que se sufrieran en el camino.
El motor del triciclo de Benz tenía refrigeración
por agua que debía ser reemplazada cada 20
kilómetros
recorridos. Vayan imaginando la situación si nuestro auto tuviera que parar
cada tanto para recambiar el líquido refrigerante para poder seguir viaje. Casi
como las paradas obligadas de las locomotoras a vapor cada 40 a 60 kilómetros
recorridos para cargar agua.
Fueron consiguiendo el agua en diferentes partes
desde las posadas ubicadas a la vera del camino hasta manantiales, todavía
incontaminados, que hallaron a su paso a través de la Selva Negra. Pasando
Bruchsal las cadenas dijeron basta y gracias a un herrero, que las reparó,
pudieron seguir la marcha hacia el destino prefijado en horas de la mañana.
Una anécdota que se ha mantenido en la familia Benz
asegura que en una ocasión la aguja que llevaba en su sombrero Bertha sirvió
para destapar una cañería que no dejaba fluir la bencina para que quemara el
motor del triciclo. También afirman que una liga de la esposa de Benz sirvió
para aislar un cable eléctrico que ya había sucumbido en su aislamiento. Seguro
que por el uso intenso y calor reinante en el motor trasero del triciclo de
Benz.
Llegaron a Pforzheim
de noche. Así Bertha, Eugenio y Ricardo, que se pasó el trayecto animando a su madre a seguir con
la hazaña de recorrer los primeros 120
kilómetros que realizaba un automóvil en la historia
de la humanidad. Esta demás decir que los ocupantes del triciclo llegaron
cansados, transpirados y sucios de la casa de la abuela materna. Es lógico
luego de un viaje que se había iniciado en la mañana.
Pero otro viaje se había iniciado y era el que
daría la industria automotriz mundial en las próximas décadas. Bertha no solo
le demostró a su marido, Karl, que el automóvil servía para viajes largos, sino
que era útil a la humanidad, más allá de ser un juguete caro por aquellos
primeros años de la historia del automóvil.
Al llegar a Pforzheim, Bertha, le envió un telegrama a su esposo contándole de
la hazaña realizada por ella y sus dos hijos. La respuesta fría de Benz fue que
necesitaba el automóvil para una exposición. No sé si Karl Benz había tomado
consciencia del trascendental paso que acaba de dar su esposa Bertha. Había
escrito la primera página de la industria del automóvil en el mundo. Y todo
gracias a una mujer que vio algo más que tres ruedas, una carrocería y un
motor. Vio un medio de transporte moderno y útil para el resto de la humanidad.
La fotografía de Bertha y el triciclo fueron tomadas del libro Historia Deportiva del Automovilismo Argentino, Tomo 1, de Alfredo Parga editado por La
Nación en 1994.
Por eso no queda, para un fierrero de alma, que
decir: ¡gracias Bertha!
Mauricio Uldane
Editor de Archivo de autos
Archivo de autos es armado en un
ciber por falta de recursos económicos, no por una política editorial.
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